Hay quien aún piensa que a los críos de quince palos se los debe obligar a leer El Quijote. Por aquello de fomentar la lectura. Aunque todos sabemos que, a los quince palos, El Quijote es un puto coñazo y que los resúmenes para el trabajo de clase los sacamos de la Wikipedia. Con esto no quiero decir que, por ejemplo, una narrativa más acorde a la adolescencia, como pudiera ser la de la Generación Beat, sea de menor calidad. Muy al contrario. Tiene más categoría. Porque esa verosimilitud de la obra contagia el sentimiento del receptor.
Y es que no todo es tener el ceño fruncido y la escopeta encañonada, lista para disparar una ráfaga de realidad. La verdad se puede contar de muchas maneras. Y entre esas maneras están las maneras de Dënver en Sangre Cita. Verdad techno pop, dance y elegante. Hay poco de frivolidad en el hedonismo púber que destila Sangre Cita. Hay quizá más de incertidumbre nihilista.
Es elegante como Bola Disco o Yo para ti no soy nadie. Es hitazo como Mai Love. O temón como Los Vampiros.
Dënver le dan voz propia al baile y, pese a ello, entre juegos de palabras, resultan alegres, bailables y horteras. Un camino muy bien construido entre el techno pop de los ochenta y el dance de los noventa.
Un disco honesto y delicioso en su melodías ensoñadoras y reconocibles. Adolescente, joven y desprejuiciado como lo es el primer amor. Y que a mí me ha hecho volver por momentos a mis quince años donde el To France o el In My Heart, horteras ellos, eran temarracos junto a cierto remember disco.
Si yo tuviese un hijo de quince años le regalaría Sangre Cita. Y a buen seguro ese hijo mío lo recordaría a los cuarenta como una referencia en su camino musical.